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19 ene 2015

"El eterno regreso a casa" Ursula K. Le Guin

Un buen día, mientras me paseaba por la sección de novedades de mi amada biblioteca, un libro llamó mi atención. Se trataba de una recopilación de los tres libros de Ursula Le Guin que habían ganado el premio Hugo y el Nébula ("Los desposeídos", "La mano izquierda de la oscuridad" y "El nombre del mundo es bosque"), y en el mismo instante que le di la vuelta para ver la sinopsis ya supe que estas novelas eran para mí. Buscando otros títulos suyos encontré en la biblioteca esta maravilla de 768 páginas, y al acabar de leerlo solamente puedo hacerme una pregunta: ¿cómo he podido vivir tanto tiempo sin haber conocido a Ursula K. Le Guin?


Antes de nada, considero que es mi deber avisar que, dada mi condición de futura antropóloga, este libro es casi algo personal para mí. No sé muy bien cómo explicar lo que me fascina este proyecto tan loco de la genial autora; quizás un buen comienzo sería explicar que éste no es un libro de ficción al uso. Ni siquiera es una novela. Cualquier estudiante de antropología reconocerá aquí una etnografía con todas las características que hemos podido ver en cualquier texto clásico con una salvedad: la sociedad que aquí se describe no existe (al menos por el momento, claro). Y la etnógrafa que lleva a cabo la increíble tarea de recopilar los datos y transmitirlos lo hace desde el pasado. Sí, sí, no me he vuelto loca, ni he entendido mal el libro ni nada de eso. Es un concepto tan surrealista y genial que no puedo por menos que admirar la cabeza que lo ha ideado. Es maravilloso, simplemente. Especialmente cuando, tras el shock inicial, tu mente lo asimila y llega un momento que todo parece tan sumamente verosímil que no puedes por menos que creértelo y asentir ante la increíble forma de vida de los kesh.

Para quien, llegados a este punto, está pensando en pasar del libro como un tochaco aburrido, ¡que no abandone aún! No todo es información, también hay un relato grande (de la vida de Piedra Parlante, niña y mujer procedente de esta peculiar sociedad) y varios relatos más pequeños, obras de teatro, cuentos, canciones, mitología... no veo que haya lugar realmente para el tedio. La cantidad de información complementa las historias y se mezcla con ellas, llevando a cabo la magia de la antropología: que el lector vea a través de los ojos de un habitante del valle, comprendiendo su pasado, sus ideas, sus pensamientos... su día a día al fin y al cabo. Así, las historias no son mera ficción, son casi vivencias personales de gente de carne y hueso por la que aprendemos a sentir una empatía profunda.

Y esto no es fácil, ya que la sociedad kesh es tremendamente compleja y diferente a la nuestra. No entraré en detalles, pero baste decir que utilizan las tecnologías justas y necesarias (a pesar de tener a su disposición las técnicas más modernas), viven una espiritualidad no religiosa que les permite concebir el mundo como un todo y a la vez dividido, no tienen un concepto del tiempo como tal, se deja intuir una cierta disposición a que las mujeres ostenten el poder intelectual y práctico (a veces incluso en detrimento de los hombres)... y eso por no hablar de la sexualidad libre, la elección de tres nombres a lo largo de la vida o esa visión tan particular de la guerra.

Más identificación podríamos sentir con las gentes del Cóndor, sociedad guerrera y machista a la que pertenece el padre de Piedra Parlante y que podemos ver poniéndonos en la piel de ésta mientras pasa unos años entre ellos. Triste, ¿verdad? Pero interesante a rabiar. Y los dibujos y mapas son increíbles.

Si habiendo leído esto no sientes curiosidad, bueno, yo poco puedo hacer porque está claro que no es tu tipo de libro. En mi humilde opinión, entre rituales, viajes, logias, artes, tecnologías, mundos y sueños, Ursula Le Guin nos lleva más alla del tiempo futuro o presente para mostrar, de una manera o de otra, la verdadera esencia de la condición humana, reflejada en gentes que no existen, pero son tan reales como tú y como yo.

No puedo por menos que darle un 10. Para mí es absolutamente inmejorable. Pero, claro, es todo subjetividad. Invito al que discrepe a que me avise y lo discutimos con unas cañas. Un afectuoso saludo y nos vemos en el próximo juicio.

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